Casariche - Un paseo por nuestra Historia
LOS CARBONEROS DE CASARICHE:
LAS CHOZAS DE EXTRARRADIO O DE LOS RANCHOS
Los ranchos de carbón eran unas
explotaciones de carácter pseudoindustrial que consistían en convertir en
carbón vegetal la madera de los matorrales de coscoja y los encinares. Ese
carbón se utilizaba como combustible doméstico, bien sea en la cocina o para
calentarse. Para ello los carboneros se trasladaban al lugar de la tala,
construían unas chozas para vivir, desbrozaban el bosque o el monte y
convertían la madera en carbón a través de los hornos.
Eran un trabajo duro, con unos
beneficios que apenas daban para subsistir. Había dos modalidades de carboneo:
la contrata por un tanto por ciento de las ganancias, pactado previamente con
el dueño de los terrenos a desbrozar, y la contrata gratuita pero a cambio de
dejar el terreno de matorral listo para sembrar cereales. Los ranchos de carbón
se extendían no sólo por toda la geografía andaluza, sino también por todo arco
mediterráneo. Los casaricheños solían carbonear por Sierra Morena, Espeluy,
Antequera, Campillos, La Puebla de Cazalla o Castiblanco, como también por las
sierras cercanas a la comarca de Estepa.
Para poder trabajar en esos tajos
alejados de las poblaciones, los carboneros se tenían que construir unas
rudimentarias viviendas a base de maderas y matojos: las chozas. Lo principal
era encontrar el lugar adecuado para su ubicación. Por norma se huía de las
cañadas y pasos de agua, buscando cierta altura pero sin alejarse de algún
cauce de arroyo o pozo. Para edificarla se tardaban un par de días, en los
cuales el carbonero dejaba a la familia en el pueblo y dormía a la intemperie.
El paso previo era procurarse de cinco o seis pértigas de palo y juntarlas por
arriba dejando un hueco interior en la base. Luego se recogían matas de
coscoja, se prensaban sus taramas creando así una especie de grandes ladrillos
de leña, los chasqueros, que se colocaban alrededor de las pértigas,
construyendo unas paredes impermeables al agua. A veces también se utilizaba
paja para cubrir el exterior de las chozas. El interior era muy sencillo: unos
simples catres de palo donde colocar los colchones para dormir, y poco más.
En invierno se cocinaba en el centro
de la vivienda, que no tenía chimenea: el humo se colaba a través de los
chasqueros. A pesar del peligro de incendio, pocas veces se prendía fuego a las
cabañas, por lo que las chozas se construían separadas las unas de las otras,
para evitar riesgos. En cambio, aprovechando la luz solar, en verano se
cocinaba fuera.
Los ranchos de carbón reunían a
varias familias, casi siempre emparentadas entre sí, alrededor del negocio. En
general una de estas familias era la encargada de contactar con los dueños de
los terrenos y de pactar todo lo referente a esa trata, como también de
llevarse los bajos beneficios que producía toda la cuadrilla. Se les podría
catalogar como empresarios, ya que el resto de las familias eran arroberos, o
sea, trabajadores que cobraban a razón de las arrobas de carbón que recogían.
Aún estas mínimas diferencias entre algunas de las familias, la vida conjunta
solía ser muy solidaria: los niños se criaban juntos y los problemas y las
alegrías se compartían como la comida, el vino o las labores propias del
carbón. Era normal, pues debían de convivir durante una buena temporada
(incluso hasta dos años seguidos) en un ambiente a veces inhóspito (frío,
calor, lluvia, bandidaje, ventoleras, tormentas o granizadas).
Las familias de los carboneros solían
llevarse consigo aves o cerdos para su consumo (para los cuales construían unas
chozas pequeñas y chatas), mientras que los burros y los mulos dormían a la
intemperie, atados a los árboles. Si el lobo acechaba, algo infrecuente a
mediados de siglo XX pero muy normal durante todo el XIX y siglos anteriores,
los carboneros construían unas chozas para el ganado, resistentes, y se creaban
sistemas de vigilancia.
Para construir un horno de carbón se
debía tener cierta maña. Después de talar los árboles que el perito forestal
contratado por el amo señalaba o de despojar de matas el monte bajo asignado
para el desmonte, se despedazaban las maderas y los leños de las coscojas, y se
ordenaban en una pila que se cubría de tierra. El aspecto del horno era el de
un montículo enano cuyo perímetro inferior se debía de cercar con plastas
(terrones de tierra) y chasqueros para evitar fugas de humo, ya que el carbón
se produce por una combustión lenta de la madera en condiciones de falta de
aire. Para prender fuego al horno se debían de abrir unas puertas o chimeneas y
cerrarlas herméticamente después del encendido. Al cabo de dos o tres semanas el
carbón ya estaba hecho. Para comprobar si toda la leña había ardido, el
carbonero clavaba un palo, la parihuela, en el horno. Al agujero perforado en
él se le llamaba bullón. Si el humo era blanco la leña debía de arder aún unos
días más. Si el humo era azul, se procedía a dejarlo enfriar para luego
desbaratarlo. Primero hacía falta achinar el horno, o sea, apagar el fuego con
la misma tierra, y luego sacar el carbón. Días después un almacenista
contratado previamente se llevaba el producto resultante para venderlo por los
pueblos y ciudades, un negocio muy rentable al que pocas veces el carbonero
podía acceder, por culpa de los costes del transporte y del almacenamiento, que
requerían mucha mano de obra a contratar e inversiones en carros (a partir de los
años veinte del siglo XX se popularizaron los camiones) y almacenes. Se han
dado algunos casos de prosperidad económica entre los carboneros. Si alguno de
ellos se las ingeniaba para hacerse con dinero, también se ocupaba del
transporte del producto, consiguiendo mayores beneficios.
Fuente: 139 RECETAS DE LA COCINA TRADICIONAL DE CASARICHE.
Juan Carlos Borrego Pérez. Depósito Legal: B-49084-2005.
HORNO DE CARBÓN DE CASARICHE - DICIEMBRE AÑO 2011 |
Fotografías cedidas por D. Rafael Rodríguez Graciano |
Hornos de Carbón. Fotografías cedidas por D. Rafael Rodríguez Graciano.
CASARICHE
UN PASEO POR NUESTRA HISTORIA
Francisco Estepa López
No hay comentarios:
Publicar un comentario