El Taco- Antonio Giraldez Parrado


ANTONIO GIRÁLDEZ PARRADO (a) EL TACO

En el seno de una familia humilde de Casariche (Sevilla) nace, el 29 de enero de 1832, Antonio Giraldez Parrado, alias “El Taco”,  hijo de José y Josefa, siendo éste su segundo hijo.

En 1854 contrae matrimonio con la joven casaricheña Carmen Sojo Moriana. De tal unión nacen cinco hijos.

Por robos de diferente consideración es condenado a 14 años de prisión en la cárcel de Cartagena (Murcia), donde logra fugarse a finales de 1873.

Tras varias fechorías, entre ellas el intento de secuestro de Manuel Cobacho, el disparo con arma de fuego  a un vecino de Estepa (Sevilla), y encuentros con la Guardía Civil, es detenido en el término de Écija (Sevilla) a principios de enero de 1880. Por la Ley contra el bandolerismo de 1877, se le aplica consejo de guerra, y es juzgado  a pena de muerte por rebeldía, ejecutada el 01 de noviembre de 1880.



“EL GRADUADOR

AÑO III

Nº 1099

20 Noviembre 1877”


                “ESTO MARCHA.- En las inmediaciones de Puente Genil (Córdoba,) ha tenido lugar una encarnizada lucha entre una sección de la Guardia civil y una partida de malhechores, capitaneados por el tristemente célebre Tacon, resultando muerto uno de los bandidos y heridos varios otros, escapándose los demás en direccion á Casariche.

                Para que nada falte á nuestro país, ya tenemos ladrones en cuadrilla que se baten con la fuerzas pública que los persigue.”


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“DIARIO DE CÓRDOBA DE COMERCIO

AÑO XXXI

Nº 8788

07 Enero 1880”


“-Taco.- El conocido sargento señor Padilla, con otros números pertenecientes al puesto de Guardia civil de Puente Genil, ha aprehedido en el término de Ecija al bandido conocido por el Taco, que es desertor  de presidio y está sentenciado á pena capital en rebeldía. El benemérito cuerpo de la Guardia civil merece á cada momentola gratitud de los hombres de bien.”


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“EL GRADUADOR

PERIODICO POLÍTICO Y DE INTERESES MATERIALES

AÑO IV

Nº 1134

20 Enero 1878”


                “Allá van unos cuantos trozos de una carta que hemos leído en Benamejí (Córdoba,) porque debe conocerse en el país para su solaz y entretenimiento:

 <<Los ladrones nos comen en esta parte de la Andalucía. No hay año, en que llegada la época de la recolección de la aceituna, no invadan esta comarca una porción de caballistas, cmo los titulan aquí, para ser el terror de los labradores y propietarios.

                En el día hay unos pájaros de mucha cuenta, criminales de oficio, que se llaman Manuel Melgares, el de Algarrobo; el Visco el Borge; el Francés de la Alameda, célebre por haber dado muerte á su sargento  de la Guardia civil; el famoso Tacos de Casariche, y entre otros muchos de horripilante hoja de servicios, que han pertenecido en su mayor parte á los secuestradores del Sr. Aurioles.>>

                Queda evidenciado que la seguridad personal en la Andalucía, está tan garantizada y protegida como en el resto de la Península, y que si esto no tiene un pronto y eficar remedio, no sabemos que será del país. En cambio se paga mas contribucion que se ha pagado nucna y se mantiene un numeroso ejército de polizontes de todas clases y calibres, que no llenan su instituto, ni sirven para otra cosa que para los uniformes.

                ¿Qué inconveniente podría ofrecer el rebajar el número de esta fuerza inútil, y aumentar la de la Guardia civil en los caminos y en las poblaciones?

                Esta medida daría buenos resultados y por lo mismo, no se llevará á efecto, porque no es la lógica, ni la conveniencia pública el fuerte del gobierno cond¡servador.”


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“DIARIO DE CÓRDOBA DE COMERCIO

AÑO XXXI

Nº 9045

02 Noviembre 1880”


                “VARIEDADES

LA ULTIMA PENA

Ayer á las nueve de la mañana fue puesto en capilla en la cárcel de esta capital, y hoy á la misma hora será pasado por las arma en la Puerta de Sevilla, el reo Antonio Giralde Parrado (á) el Taco, natural de Casariche, casado, con cinco hijos. Raya en los 50 años, es desertor del presidio de Cartagena, en donde se hallaba estinguiendo 14 años de condena, y ha sido después ladrón en cuadrilla, en cuya época tuvo dos encuentros con la Guardia civil de este tercio en términos  de Aguilar el año de 1877. En uno de ellos le mataron la yegua y fue sentenciado á pena capital en rebeldía con sus cuatro cómplices. Fue capturado en Enero de este año: se abrió el proceso de nuevo, y reunido el consejo de guerra, pidió nuevamente la pena capital, que fue aprobada por el Capitán general del distrito y confirmada de Real órden. Estos antecedentes hemos podido reunir del desgraciado que hoy espiará sus crímenes.

                Varia es la opinión sobre la conveniencia ó no conveniencia de publicar los pormenores de cuanto pasa en la capilla de los reos; pero nosotros haciéndolo, creemos cumplir un deber para con nuestros lectores de comunicarles cuanto nos sea posible saber, y tambien creemos que existiendo la pena de muerte, el conocimiento de los horrores que a rodean puede contribuir  á un saludable escarnio.

                He aquí, pues, lo ocurrido.

                A las 8 y cuarto de la mañana de ayer se acercaba ya la hora de leer al reo la sentencia, y ¿? el calabozo sota alcaide Don Fernando Espejo, acompañado de dos dependientes del establecimiento, para ponerle las esposas. Giralde preguntó: <<Se ha recibido la causa>> La contestación fue afirmativa. <<Válgame Dios, dijo, vá á quitar la vida por pedir limosna.>> Aseguida lo sacaron á la iglesia á esperar la hora. A las nueve menos cuarto llegaron el Capitan fiscal y el escribano, y suplicaron al alcaide D. Pedro Banda que pasara á preparar al reo. Este así lo efectuó, dio un cigarro puro á Giralde, que lo encendió y fumo con frescura, diciendo <<esperaba la confirmación de la pena. Tendré paciencia.>>

                A las nueve en punto pasaron á la iglesia el Capitán fiscal y el escribano de la causa, ambos visiblemente afectados. Terminada la lectura  por el Escribano, á la cual asistió el presidente de la Comisión municipal de cárcel Sr. D. Andrés Lasso de la Vega, dijo el reo: <<La esperaba>> y continuó fumando. Inmediatamente fue trasladado á la capilla destinada al efecto en la inmediata enfermería del establecimiento.

                La capilla la constituyen un Altar con un crucifijo y cuatro velas, la cama, un sillón y una silla en la que está sentado el reo, dos centinelas en el interior de la misma y dos en la puerta, que se relevan de vez en cuando. La comisión municipal dispuso lo conveniente para que no faltara cosa alguna.

                Ya habían llegado varios señores Sacerdotes, entre ellos el párroco del Sagrario Sr. D. Miguel Riera de los Ángeles, que le acompañó mientras almorzaba, vistiéndole después los escapularios del Sagrado Corazón de Jesús, Purísima Concepción , Ntra. Sro del Carmen y de los Dolores, San José y San Rafael, que aceptó besándolos y dando muestras de piedad. Después llegó el Sr. Provisor y con otro escapulario le entregó una medalla en nombre del Sr. Obispo, con indulgencia plenaria para la hora de la muerte, que también agradeció algún tanto conmovido.

                El Sr. Provisor preguntó á los señores Párrocos presentes por la familia del desgraciado Giralde, con ánimo de socorrerla.

                Asistieron al reo, hasta esta hora, los Sres. Pbros. D. Francisco Osuna, D. Cándido Portera, D. Manuel Bravo, D. Anonio Esquinas, D. Juan Antonio Gomez, D. Francisco Morales Carrascosa, D. Juan Cubero Y D. Mariano Amaya.

                 A las once de la mañana el Sr. Osuna estuvo leyéndole en un libro piadoso varias oraciones (pues él no sabe leer) y se preparaba para la confesión.

                La Cárcel presenta en éstos momentos un aspecto triste. Todos los presos, sin esceptuar  uno, se hallan encerrados en sus calabozos, guardando todos el mayor órden acompañado de un silencio sepulcral. El reo continúa sereno y cuenta que estaba vendiendo naranjas en un pueblo de Estremadura, cuando supo que su familia se hallaba en un estado precario. Este le obligó á tomar la determinación de ir a Casariche, con objeto de socorrer en parte á su familia, pero que antes de llegar al pueblo fue preso por fuerzas de la guardia civil y conducido á esta cárcel.

                A las once y media continúa con aspecto sereno y fuerte. Cuando se le habla de su familia se vé algo triste y asoman alguna lágrimas, pero que desaparecen enseguida. El estado físico es excelente.

                Al acercarse a él algunas personas y aconsejarle la resignación les dijo, <<no están de más los consejos, pero no me hacen falta. Tengo mi conciencia tranquila.>>

                A las doce y treinta ha llegado el médico del establecimiento D. Francisco Morales, que lo encontró en buen estado.

                Dice que <<lo único que siente es que su muger y sus cinco hijos no se hallen en Córdoba,>> y añade que que <<esperando siempre este mal resultado no había querido presentarse á las autoridades y burlaba su vigilancia, por la afrenta que cae sobre su mujer é hijos.>>

                El Sr. D. Juana José Pedrajas, cura del Salvador, lo acompañó largo rato y le dio muchos consejos.

                A la una le visitaron varios gefes y oficiales, á alguna preguntas que le hicieron contestó con serenidad, y veinte minutos después tomó una taza de caldo con alguna gotas de vino.
                Pulsado por el médico D. Pedro Mohedano, este le encuentra una pulsación fuerte y buena.

                Terminada una larga conversación que ha tenido con dos señores eclesiásticos, se encuentra pensativo y se le vá conociendo que está abatido notándose  en sus facciones alguna alteración.

                A las tres de la tarde, á petición de Giralde, el señor Rector  del Sagrario ha escrito á su muger la siguiente carta: <<En la cárcel de Córdoba á 2 de Noviembre de 1880. Mi amada María del Carmen: mañana caerá sobre mi todo el rigor de la justicia humana, y pasaré de esta miserable vida á otra mejor en que seré juzgado á toda luz. Tengo puesta mi alma en manos de Dios y ojalá la goze para siempre. Te llevo en mi corazón y en toda mi alma como á nuestros amadísimos hijos: vela constantemente por ellos y guárdalos para que sean buenos cristianos y muy fervorosos amigos de Jesús, María y José, familia Sagrada que ampara siempre á todos los desgraciados. De este modo sabrán hacer oración por mí, y siguiendo fielmente su ley, evitar los lazos y malos deseos que yo no puedo vencer.

                Perdóname, esposa de mi alma, y que nuestros hijos queridísimos me perdonen también, como yo os amo y os perdono. Perdónenme, así mismo como yo lo hago y muy deveras, todos aquellos á quienes hubiere ofendido.

                Desearía resarcir por mi cuanto hice mal; pero ya que no me es dado, ayudarme por caridad en cuanto podáis y sepais.

                Un recuerdo de lo íntimo de mi corazón para todos los nuestros y buenos amigos. Estad seguros que muero en paz, tranquilo y muy confiado en la misericordia infinita de nuestro Señor, que quiso morir en una afrentosa cruz por librarnos y redimirnos a todos.

                Tened siempre á Jesucristo crucificado, sin olvidar á nuestra madre de los Dolores.

                Guardad también mucho cariño á los buenos sacerdotes, autoridades y demás personas caritativas como me acompañan y animan en estos tristísimos momentos. Ellos os digan como muero y cuanto os amo.

                A petición y a presencia de Antonio Giralde y Parrado (…) Miguel Riera de los ängeles, Rector del Sagrario.>>

                Al leer el anterior documento manifestó que estaba conforme en un todo con lo que decía y añadió <<ojalá pudiera yo firmarla con sangre de mis venas!>>

                Le ha enternecido la visita de un paisano suyo al que ha encargado un abrazo para sus hijos, y poco después de las tres y media ha confesado tranquilamente con el cura párroco de San Nicolás de la Villa, después de lo cual el médico del establecimiento Sr. Morales  le ha encontrado en buen estado, acusando á las cinco de la tarde  60 pulsaciones por minuto. Entre las personas que lo visitaron se fijó en dos niños, indicando que cuando él tenía la misma edad, su padre lo llevó á ver á un reo en capilla y la ejecución del mismo.

                A las cinco y treinta minutos, después de confesar con varios sacerdotes, entre ellos el párroco de la de San Pedro, y D. Ramón Cobo, D José Fraile, D. Pedro Moreno Y D. Manuel García, se le sirvió una abundante  comida compuesta de sopa, cocido con carne y jamon, gallina, jamon dulce y vino, todo lo que tomó con buen apetito, después de lo cual fumó un buen cigarro, mientras tanto oía con sumisión todas la palabras consoladoras que se le dirigían: manifestó que no le estorbaban las visitas y demostró grande tranquilidad de ánimo.

                A las seis y media de la tarde continuaba con su acostumbrada entereza, hija sin duda de la rudeza de su carácter, conversando con varios soldados que lo visitaron, á los que deseó mejor suerte que la suya, manifestando repetidas veces que no le afectaba el aparato de la Capilla ni su situación, sino el recuerdo de su familia, así como tambien repetía que era inocente.

                Invitado á que se acostara algún rato, no quiso hacerlo hasta que el sueño lo rindiera, Y mientras tanto el señor Cura, párroco de la de S. Pedro le leyó piadosas oraciones que escucha atentamente.

                Paseó despues por la capilla, y mas tarde se le contaron ciento seis pulsaciones por minuto.

                La lluvia torrencial á las ocho de la noche fue causa de que se interrumpieran las visitas. A esas horas tomó una copa de vino y quedó algun momento despues tranquilo, en cuyo estado seguía cuando en las altas horas de la noche nos retiramos de aquel lugar, quedando el reo en la sola compañía de algunos virtuosos eclesiásticos, del celoso médico y de los activos alcaide y sota alcaide del establecimiento.”



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